En otras palabras, los adultos ya no pueden simplemente culpar o agradecer a su genética por su salud, buena o mala. Pueden culpar también a sus parejas de lo que les sucede en términos de peso y en general de salud.
El equipo de investigación universitario analizó los datos proporcionados por 20.000 miembros de la familia. La genética de los participantes y los ambientes domésticos se compararon en las etapas de niñez y edad adulta, y luego se asociaron con medidas relacionadas con la salud y la obesidad. Dieciséis medidas totales fueron contabilizadas, incluyendo la relación cintura cadera, la presión arterial, el contenido de grasa corporal y el IMC.
En la primera lectura, los resultados apoyan el hecho de que el perfil genético de una persona no marca su destino, y cualquiera tiene la capacidad de cambiar. De la misma manera, las parejas pueden influir entre ser flojos o motivar mutuamente para ser activos y saludables.