Nuestra respiración convierte constantemente nuestra energía vital, absorbiendo oxígeno, vigorizando los glóbulos rojos y expulsando dióxido de carbono, que es un producto de desecho metabólico.
Cuando respiras, tus pulmones se llenan de oxígeno, nitrógeno y vapor de agua, además de un poco de argón. El oxígeno pasa de sus pulmones a su sangre y, a través del corazón, a todos los tejidos del cuerpo. Los sensores del cerebro, la arteria carótida y la aorta detectan los niveles de dióxido de carbono y oxígeno de la sangre y ajustan su frecuencia respiratoria según sea necesario. Sin pensarlo, respiras de 17 a 23 mil veces al día.
Pero si se le presta atención a esta función vital y se practican técnicas de respiración profunda, se puede reducir la respuesta natural al estrés, promover un mejor sueño y aumentar la fuerza inmunológica. Para hacerlo, es buena idea comenzar por practicarlo rutinariamente.
Acuéstate de espaldas sobre una superficie firme. Cuenta hasta cinco, inhala lentamente y deja que el torso se expanda y el ombligo se aleje de su columna vertebral, mientras llena s tus pulmones desde la parte inferior hasta la parte superior. Luego, exhala lentamente, contando hasta siete.
Puedes repetir este ejercicio 10 veces cada mañana y 10 veces antes de acostarse a dormir o tantas veces como sea necesario para mantenerte en un estado de relajación.