Para llegar a esta increíble conclusión los científicos encargados del estudio dividieron a los participantes adultos en dos grupos; a los dos grupos les dieron una dieta baja en calorías, sin embargo, en los desayunos del segundo, habían alimentos ricos en proteínas y carbohidratos, además de dejarlos escoger de entre una variedad de postres que incluían galletas, pasteles o nieve.
Durante el estudio se hicieron seguimientos que abarcaban la presión sanguínea, insulina, glucosa y hormonas que estimulan el apetito y, a pesar de que los primeros 4 meses del estudio no se vieron diferencias entre los grupos, a partir de ese punto, las personas que se permitían un postre en la mañana, empezaron a tener mejor desempeño.
Los investigadores opinan que esta situación puede deberse a que la ingesta de dulce para iniciar el día, genera dos cosas: la satisfacción de una probable adicción, además de proveerle al cuerpo una buena cantidad de azúcar y así evitar que lo obtenga a través de la destrucción de músculos.