Específicamente, esta afirmación proviene de un estudio del 2014, el cual encontró que una ducha fría liberaba epinefrina, también conocida como la hormona de adrenalina, que luego causaba un aumento en la IL-10, una citoquina antiinflamatoria que regula la respuesta de su cuerpo a las infecciones. Añadiendo a lo anterior, en un ensayo controlado aleatorio de 2016 se encontró que los participantes que tomaban duchas no frías, pero tampoco calientes, disminuyeron sus ausencias laborales por enfermedad en un 29%.

Por supuesto, se necesita mucha más investigación antes de hacer una conexión clara. Pero las duchas frías y su relación con la salud no son nada nuevo. Hay en la actualidad personas, como el Hombre de Hielo, que afirma que la terapia fría es útil para controlar la inflamación, mejorar el sueño, aliviar el dolor, y aliviar la ansiedad y la depresión.

Un doctor en medicina funcional, autor de un estudio para mejorar la calidad de vida a medida que envejecemos, también apoya esta teoría y sostiene que además ayuda a generar longevidad. Afirma que estas pequeñas ráfagas de estrés estimulan los genes de la longevidad en el cuerpo.

Entonces, ¿podríamos concluir que las duchas frías mejoran la inmunidad? Aún no hay suficientes datos para afirmarlo categóricamente, pero muchos expertos piensan que sí. De cualquier forma, al no haber riesgos, es una práctica que se puede ir adquiriéndose y comprobándose personalmente.