Para hacerlo necesitamos observar el comportamiento de nuestra grasa corporal. Después de quemar todas calorías ingeridas durante una comida, el cuerpo debería ser capaz de quemar la grasa corporal como combustible. Cuando este no es capaz de hacerlo, ésta permanece almacenada en el cuerpo y se vuelve tóxica.
La buena noticia es que el cuerpo es inteligente y da señales de que no está quemando este combustible. Un punto al que hay que prestar atención es cómo nos sentimos cuando se ha pasado más tiempo del que normalmente pasamos sin comer nada.
Si hay una sensación de hambre extrema o de no pensar claramente, podría ser una señal de que el metabolismo no está quemando la grasa corporal de forma tan eficiente. Aunque haya grasa corporal que quemar, es posible que el cuerpo no sea capaz de hacerlo, lo que provoca dolores de estómago justo después de haber quemado lo ingerido.
Por supuesto, los análisis de sangre antes mencionados podrán ofrecer información más precisa sobre la salud, ya que el hecho de sentir hambre no significa que hay una condición metabólica subyacente. Pero tampoco es buena idea hacer oídos sordos a una posible señal de nuestro organismo.