El hecho de saber que se puede pasar por fases malas, o recaídas, seguidas de otras mejores o de recuperación e identificar este patrón ayuda a entender cómo gestionar la energía. En una recaída, por ejemplo, puede ser difícil realizar incluso las rutinas matutinas más sencillas, como bañarse. En estos casos es recomendable tener organizado el tiempo tendiendo un tiempo extra para las tareas que le resulten difíciles.
Al sentirse bien de nuevo podemos sentirnos tentados a hacer todo lo posible y aprovechar ese momento de energía, pero realmente no es una buena idea. Al esforzarse demasiado, se puede sufrir un colapso y la repetición de este ciclo puede llevar a una recaída. Es importante aprender a equilibrar las actividades diarias con el descanso, incluso cuando se esté bien físicamente.
También es importante mantenerse en movimiento, por ejemplo, caminando regularmente. Sin embargo, es importante recordar ir a un ritmo adecuado. Forzarse puede empeorar la situación. Los ejercicios de estiramiento y fortalecimiento utilizando el peso corporal también pueden ayudar. Una buena rutina puede ser un minuto de actividad seguido de 3 minutos de descanso y dividir el ejercicio en varias sesiones breves al día.
Vigilar lo que se come puede ayudar también a controlar los síntomas. Siendo importante especialmente evite cualquier alimento o sustancia química a la que sea sensible. Una dieta mediterránea ha sido considerada útil por muchas personas con este síndrome.
El contacto con otras personas que padezcan este síndrome también puede ser beneficioso, ya que es posible sentirse mejor al hablar con otras personas que están pasando por lo mismo. Es imposible no dejar de subrayar la importancia de buscar ayuda profesional en caso de estar pasando por un cuadro de fatiga crónica.