Los investigadores dieron a los sujetos una suma de dinero semanal durante un mes. A la mitad se les indicó que lo gastaran en sí mismos y a la otra mitad que lo gastaran en otra persona. A continuación, se pidió a los participantes que hicieran un acto de generosidad cualquiera.
Los que habían sido instruidos para gastar en otros tendían a ser más generosos cuando se les daba la opción de un segundo acto caritativo, y también decían sentirse más felices, lo que se reflejaba en la actividad de las imágenes neuronales. Los escáneres cerebrales mostraron que la intención de ser generoso activa una zona altruista del cerebro, intensificando la interacción entre esta zona y la relacionada con la felicidad.
Incluso los pequeños actos de generosidad funcionan. No es necesario convertirse en un mártir abnegado para sentirse más feliz. Basta con ser un poco más generoso. El estudio, publicado en una revista científica de renombre, no es concluyente, pero merece la pena realizar más actos de generosidad para comprobarlo.