Estar motivado por las necesidades de los demás, más que por los beneficios personales de ser caritativo, es un factor clave para disfrutar de las muchas ventajas de la generosidad. En otras palabras, no se puede fingir y seguir cosechando sus recompensas.
Sin embargo, puedes contribuir de forma más genuina con tu tiempo, dinero y talento. La generosidad puede aprenderse, y es estimulante cuando se sale a la calle y se intenta. Para empezar, hay que hacer un balance de los recursos de que se dispone, tanto de tiempo como de dinero, y encontrar pequeñas formas de utilizarlos para el bien de los demás.
Empieza con algo pequeño, por ejemplo, preparando un poco más a la hora de la comida para llevarle a un amigo enfermo, comparte la feria con los empacadores, o simplemente dale a alguien un abrazo o una palmadita en la espalda. El tacto es una forma poderosa y directa de dar.
También puedes unirte a algún colectivo para ayudar, por ejemplo, pintando los decorados de una obra de teatro, entrenando a un equipo de ligas menores, participando en una organización de mejora de la comunidad o aún mejor, puedes formar tú un equipo para limpiar una playa o un parque local.
Apoyar una causa es una forma increíble de mostrar generosidad. Un ejemplo puede ser trabajar como voluntario en un comedor social, pasear perros de una perrera local, asistir a una recaudación de fondos para una buena causa o recoger alimentos para un banco local de comida.
Podemos también ayudar a publicitar la llegada del libro o la exposición de un amigo, ser comprensivo con un cónyuge malhumorado, reconocer a un compañero de trabajo el mérito de una buena idea, organizar una fiesta para un amigo o conseguir apoyo para un evento local.