Todos hemos tenido la experiencia de empezar una conversación y que ésta se convierta en un silencio incómodo. Aunque hay muchas cosas que pueden salir mal, hay algunas cosas que hacemos que seguramente pueden poner fin a una conversación.

Una de ellas es mirar mucho el teléfono. Es como decir ¡Cállate! Muy diferente es avisar de antemano que es importante desviar la atención al teléfono de vez en cuando por alguna cuestión de negocios o que necesite atención. Si no es así, es una grosería.

Las preguntas potencialmente delicadas por causa de un contexto específico también son un desencadenante del silencio incómodo. Por ejemplo, algo aparentemente inocuo como ¿Estás casado? es lo último que una persona pasando por una situación complicada de divorcio quiere escuchar.

Insistir en los aspectos negativos tampoco es buena idea, ya que ese tipo de conversación negativa, como ¡qué camisa tan horrible lleva el anfitrión!, te ponen en riesgo de alejar a la gente de ti, que puede estar de acuerdo o no. Esto podría ser especialmente incómodo para alguien que acabas de conocer. Además, si la primera impresión que dejas es la de un gruñón, es posible que no tengas forma de continuar esa nueva amistad.

Un tema que se enfoque en temas muy técnicos, de comprensión o disfrute específico a un nicho determinado de personas también puede acabar rápidamente con una grata conversación. Es mejor pruebar primero con un guiño del tema de interés y si el interlocutor no se anima, es mejor cambiar de tema.

Sobre todo, cuidado con los monólogos. Si estás comiendo y todo el mundo ha terminado y tu plato sigue lleno, significa que has hablado demasiado. O si estás hablando con una persona que acabas de conocer y de repente se excusa y tras dejar la conversación te das cuenta de que no sabes nada de ella, puede ser una buena pista de por qué la conversación no fue muy grata.