La palabra sánscrita citta se ha traducido como mente, pero su sentido más literal connota un concepto dual, más bien corazón y mente. Esta dualidad se refleja en las prácticas de muchas tradiciones de mindfulness, que combinan una conciencia del cuerpo con un enfoque en las actividades y la atención de la mente.
Así que el énfasis en la respiración en muchas tradiciones de meditación es más que una estrategia para distraer al cerebro, aunque también sirve bastante bien para ese propósito. Concentrarse en respiraciones largas y profundas ralentiza el sistema nervioso central y crea un estado de relajación física en el que la separación entre mente y cuerpo se disuelve.
Para aumentar gradualmente la percepción de la respiración, hay que observar cómo, al principio, la atención está en el pecho y los pulmones, para después dejar que se traslade a la sutil sensación de aire que entra y sale de las fosas nasales.
Relajarse y aceptar es más útil que luchar contra la habitual actividad de la mente. Es como decir que debemos hacernos amigos de ella. Es importante también tener en cuenta que la relajación física y mental van de la mano, así que si la mente o el cuerpo empiezan a relajarse, hay que dejarse llevar por esa sensación, notándola y disfrutándola. Cada pensamiento y sensación es normal y una parte importante de la experiencia. No hay necesidad de comparar, juzgar o regañarse.
Cada día, podemos intentar hacer cinco respiraciones largas y profundas mientras reflexionamos sin juzgar los sentimientos o pensamientos. Si se experimenta una sensación de paz y relajación, aunque sea por un segundo, vamos por buen camino.