Las cremas solares protegen la piel de la radiación ultravioleta con dos tipos de filtros: minerales o químicos. Los filtros minerales utilizan óxido de zinc o dióxido de titanio para reflejar los rayos UV y suelen dejar un brillo blanco en la piel. Los filtros químicos absorben la radiación UV y la liberan en forma de calor.

Los defensores de la seguridad cosmética suelen recomendar evitar los protectores solares químicos porque suelen contener dos ingredientes peligrosos, la oxibenzona y el palmitato de retinilo, una forma de vitamina A. La cuestión es que se han realizado estudios relacionado la oxibenzona con la alteración de las hormonas y el palmitato de retinilo con el aumento de las lesiones cutáneas en ratones.

Si se opta por los protectores solares minerales hay que tener en cuenta que no mantienen tan protegido a menos de que se los utilice más a menudo. Y es que, gracias a las exageradas afirmaciones de la mercadotecnia, la gente sobrestima la cantidad de protección que le da una de estas cremas.

Todo lo que afirma tener un FPS superior a 30 realmente ofrece una protección marginalmente mayor y puede producir una falsa sensación de seguridad. Por esa misma razón un protector solar con un FPS de 100 puede inducirle a usar demasiado poco y a permanecer demasiado tiempo al sol.

La clave de la protección es aplicar lo suficiente. El protector solar pierde parte de su poder de protección en cuanto se aplica. Si no es en la playa, al final, termina siendo no muy práctico ir por la calle con una botella de bloqueador untándose cada dos horas. Por esa razón, probablemente una capa ligera de ropa es la mejor protección que hay.