Primero, es importante encontrar un lugar tranquilo donde uno pueda sentarte sin ser molestado. Puedemos sentarnos en una silla o en el suelo con las piernas cruzadas, con la espalda derecha y los hombros relajados.
Una vez que estando cómodo, cierramos los ojos y comienzamos a enfocarte en la respiración. Puedemos contar cada respiración o simplemente prestar atención a la sensación de aire entrando y saliendo de los pulmones.
Es probable que la mente divague durante la práctica, o mejor dicho es seguro que lo hará, pero no te preocupes, es normal. Al distraernos, simplemente volvemos a enfocarnos en en lo que estábamos. Puedemos ayudarnos a volver diciendo mentalmente alguna frase o palabra cada vez que nos distraigamos.
Otra técnica popular es la meditación de la atención plena o mindfulness, que consiste en prestar atención a las sensaciones, pensamientos y emociones que surgen en la mente, sin juzgarlos ni tratar de cambiarlos. Puedemos empezar prestando atención a las sensaciones en el cuerpo, luego a los pensamientos y finalmente a las emociones. También podemos hacer la llamada meditación guiada, que consiste en escuchar una grabación o una guía que nos ayuda a relajarnos y enfocarnos.
Es importante recordar que la meditación no se trata de vaciar la mente, sino de enfocarse y ser consciente de lo que está pasando en el momento presente. A medida que practicamos con regularidad, veremos como la mente se vuelve más clara y tranquila.
Como todo en la vida, hay que tener paciencia y no esperar resultados inmediatos, esta práctica requiere constancia para ver beneficios a largo plazo. De hecho, si piensas sumergirte en este maravilloso mundo, lo mejor es no esperar nada y hacerlo como parte de tus hábitos.