Para empezar, tomamos el coco y de entre los tres puntos oscuros característicos buscamos el más grande. Una vez lo hayamos encontrado, vamos a rascar o perforarlo con la punta de un cuchillo. No está demás recomendar tener mucho cuidado al manipular esta herramienta mientras trabajamos con el coco.
Una vez hecho el hoyo, vaciamos el agua que trae dentro el coco en un vaso o recipiente lo suficientemente grande. Reservamos. Para abrir el coco hay que tener también mucho cuidado, ya que es extremadamente duro y puede ser peligroso si no tenemos experiencia. Colocamos el coco en las manos de forma que los tres hoyitos queden alineados con el brazo o apunten hacia él y con la ayuda de un martillo vamos dando golpes hasta que resquebraje y abra.
Una vez hecho la anterior procedemos a separar la carne de la piel y para ello volvemos a hacer uso de un cuchillo. Con mucho cuidado de no hacernos daño introducimos la punta entre la carne y la piel y hacemos palanca para ir separando. Por último, para limpiar la cascara interna podemos ayudarnos de un pelapapas.
Una vez limpio nuestro coco lo troceamos en partes pequeñas y las dividimos en tres partes, ya que como es muy duro debemos facilitarle el trabajo a la licuadora. Para licuarlo podemos disolver el agua que coco que reservamos y el agua natural y podemos dividir tambien en 3 partes iguales para ir licuando.
Una vez licuado el coco, lo pasamos por un colador y vertemos en el recipiente que tenemos para la leche. A la parte solida que nos queda en el colador podemos seguirle sacando agua si la volvemos a licuar, es cuestión de seguir licuando hasta que deje de escurrir.
Una vez lista la leche la devolvemos al vaso de la licuadora y agregamos miel de abeja al gusto y volvemos a licuar. Refrigeramos y podemos consumirla en un período de 72 horas.