Vamos a empezar por quitarle un poco de la piel a la naranja. Te puedes ayudar con un pelapapas. La idea es quitarle aproximadamente un 25 por ciento de la piel. Hacemos lo mismo con el limón, solo que esta vez vamos a quitarle toda la piel, de manera que quede más o menos la misma cantidad que tenemos de la piel de naranja.
De la leche apartamos 1 vaso y el resto lo vertemos en un cazo junto con la piel de naranja y de limón, la ramita de canela, el azúcar y calentamos a fuego medio. Cuando empiece a hervir, bajamos el fuego a bajo y dejamos que hierva por 10 minutos para que se integren los sabores.
A la leche que reservamos anteriormente le añadimos la Maizena y la vainilla, mezclamos muy bien hasta que la Maizena se haya desintegrado perfectamente, tratando de que no nos queden grumos.
En un cazo colamos la leche que hervimos y añadimos la mezclada con Maizena. A continuación, calentamos a fuego medio bajo mientras movemos constantemente hasta que la mezcla espese. Una vez hecho lo anterior, vertemos en un recipiente largo o amplio, de modo que nos quede un espesor de unos 2 o 3 centímetros. Cubrimos con papel de plástico y una vez que se haya enfriado metemos al refrigerador por toda la noche.
Debemos ahora cortar porciones en forma de cubo o del tamaño que prefieras. Reservamos y preparamos un sartén caliente con aceite, el huevo y la harina para empanizar. Pasamos por el huevo después por la harina y finalmente freímos. Si queremos más empanizado podemos repetir el proceso de huevo y harina. Para servirlas espolvoreamos azúcar sobre ellas.